martes, 20 de septiembre de 2022

La Cuestión de las Órdenes Militares


La Cuestión de las Órdenes Militares
 en los primeros años 
 del descubrimiento del nuevo mundo 

    Hay todo un trabajo por hacer con referencia a la cuestión de la Órdenes Militares en el descubrimiento del mundo nuevo. 
 
    1 El “cuento” de que -en 1492-, “se rellenaron las carabelas con presidiarios” a los tres barcos de Cristóbal Colón, se derrite frente a una investigación seria. 
    La lista más completa que tenemos (de Alice Bache Gould) contiene los nombres de solamente cuatro “criminales” en las tres carabelas. 
    Además, ningún capitán aceptaría en su barco a hombres sin experiencia, desnutridos, con una historia de desobediencia y falta de respeto a la autoridad, especialmente para un viaje tan largo. Claramente no es la verdad. 

    2 En aquel entonces, las reglas locales favorecían el reclutamiento de hombres de la misma Sevilla. Sabemos que muchos hombres de Extremadura subieron a las carabelas con identidades “ajustadas” a esta realidad. 

    3 Los ocho siglos de la reconquista de España terminó con la conquista del emirato de Granada en 1492. 
    Había sido una guerra llevada principalmente por las Órdenes Militares (1. y 2.)      
    Eran cuerpos militares de “monjes guerreros” altamente disciplinados, entrenados, obedientes y sumamente católicos, con votos religiosos. 
    Los Reyes les pagaron con las tierras que habían liberado… en Extremadura. 

    4 Después de Granada, las Órdenes Militares se desintegraron por falta de una guerra para librar. 
    A la vez, los “Reyes Católicos”, Fernando e Isabel, le quitaron su autonomía, con la sencilla medida de asumir la capitanía de las órdenes, ellos mismos. 

    5 De repente, un gran número de hombres altamente entrenados en las artes de la guerra, estaban sin oficio. ¿Qué pasó con “the rank and file” (la tropa de base), los soldados rasos y suboficiales de las Órdenes Militares? 
    Es poco probable que se convirtieron en sencillos campesinos en Extremadura.

Notase las dos banderas con cruz verde

    6. En la entrada del 11 de octubre de 1492 del diario de Cristóbal Colón, encontramos el texto siguiente: 
    «el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinçón y Viceinte Anes, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la vandera real y los capitanes con dos vanderas de la Cruz Verde, que llevava el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una I, ençima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro.» 
    La Bandera de la Cruz Verde – ¿qué representa?     
    Es que -que sé yo-, la única bandera de aquél entonces con una cruz verde era la bandera de la Órden de Alcántara.
   ¿Significa que estaban miembros de la Órden de Alcántara en el primer viaje? – ¿quiénes eran, y cuáles eran sus responsabilidades? (3.)

Orden de Alcantara.

    7. El 27 de marzo de 1495, Cristóbal Colón con “doscientos infantes y veinte ginetes” se confrontó a 30,000 “indios” (algunos dicen 100,000) al mando de Guarionex, el cacique de Maguana. 
    La tropa española hizo trizas de los indios. 
  Con todo respeto a los “indios”, solamente un cuerpo de soldados altamente entrenados y disciplinados, con años de experiencia en las artes de la guerra podría haber hecho esto…
    ¿Ex miembros de las Órdenes Militares? 

    8. En el 20 de agosto 1502 los Reyes Católicos nombraran a Frey Nicolás de Ovando como “Comendador Mayor de la Órden de Alcantará”. 
    Había llegado a La Española cuatro meses antes, el 15 de abril 1502, como primer “Gobernador Real en Indias”. La presencia de un buen número de caballeros en La Española es evidente. 
    Las tres guerras librados en los primeros años de Nicolás de Ovando, claramente fueron llevadas por hombres con mucha experiencia de combate. 
     El 20 de mayo de 1505, Frey Nicolás de Ovando escribe a su hermano declarando que la isla estaba totalmente sometida, y solicita su retorno a Castilla, porque cualquier persona que envían bastará para gobernarla. 

    9. Dice Peguero que, a la fiesta que ofreció Diego Colón a su arribo a Santo Domingo al Comendador Ovando, a quién iba a sustituir (en 1509), acudieron: “muchos caballeros de las villas ya fundadas”. 
    Oviedo escribe “setecientos y entre ellos, noventa de ávito de órdenes militares”. 
     Herrera escribe “quatrosientos; y sinquenta y dos veneras” ; conformémonos con el número menor por estar más probable   

    10. Hace falta un historiador serio para desarrollar una investigación a fondo para averiguar el papel verdadera de las Órdenes Militares en los primeros años del descubrimiento del nuevo mundo.
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1. — Ver el Apéndice 1, del capítulo 2 “La devoción a Nuestra Señora, la Virgen de Altagracia en La Española y Nicolás de Ovando” de mi libro «Historia de Nuestra Señora, la Virgen de Altagracia». 
 2. — La Órdenes de Alcántara (fundada en 1156), de Calatrava (1158) y de Santiago (1170). 
 3. — Los miembros de la Orden de Alcántara se sometían a los tres votos de obediencia, pobreza y castidad perpetua. 
    Solo tres días de la semana comían carne y otros tres ayunaban desde (la fiesta de) la Cruz de septiembre hasta la Resurrección. 
    Siguieron la regla del Cister. 
    Dormían vestidos, guardaban silencio en la iglesia y refectorio. 
    El traje consistía en una túnica de lana blanca, escapulario con una pequeña capilla, y sobre él, cuando salían del convento, una capa o tabardo de color negro. 
    El cabello lo llevaban cortado por encima de la oreja y la barba redonda. 
     Cuando por tregua u otra razón, no se empleaban en los menesteres guerreros, permanecían recluidos en el convento, observando como clérigos la Regla.

martes, 13 de septiembre de 2022

Cuando éramos jóvenes


   Cuando éramos jóvenes, sufríamos de corazones rotos y, a medida que crecimos, acumulamos dolores y molestias en las demás partes también.

    Pero ahora, ya con la “media edad” por atrás, viene la confusión de haber durado tantos años.

    Primero viene el recuerdo “medio olvidado” que hace falta completar. Tu recuerdas algo y ella debe agregar los detalles. Por supuesto, en algunos casos ella recuerda algo completamente diferente.

    Entonces ambos recordamos un evento, pero no podemos recordar exactamente qué pasó en aquél entonces. Y nos reímos de nosotros mismos por ser tan tontos.

    Y con el traspasar de los años, recordamos poco cosa más allá que las emociones:

    - Ver a los niños jugando.

    - El almuerzo que está listo.

    - Llegando a casa.

    - Una buena taza de té.

    Más tarde todavía, simplemente recordamos un momento, un lugar o una emoción almacenada en el desván de nuestros recuerdos:

   — La felicidad desenfrenada y las lágrimas repentinas de ser niño.

   — La pura alegría de tener la cara salpicada de espuma salada, a bordo de un barco.

   — El asombro de descubrir un musgo luminoso escondido en el fondo de una cueva.

   — Atrás de un mar tranquilo, las nubes distantes del atardecer, rosadas y sirenas, cantando una despedida a la puesta del sol.

   — La satisfacción de estirarse en el suelo, exhausto pero contento tras una larga caminata.

   — El sonido del silencio a las cuatro de la mañana.

   — El suave y reconfortante sisear de escuchar, debajo de las cálidas mantas, el sonido de la lluvia torrencial en el exterior.

   — El placer de reencontrarse con un viejo amigo y la cortina de humo al intentar recordar su nombre.

   — El despertar súbito del sueño profundo de una breve siesta.

 

 Y entonces es

 que recurramos a Dios

 para decirle gracias,

 para todo.

 

 

 

miércoles, 23 de marzo de 2022

Los Toros


    "Los Toros" es una expresión bella de la rica diversidad que se encuentra en la devoción a Nuestra Señora de Altagracia.  La peregrinación anual de “Los Toros” -una caminata de cinco días desde Bayagüana hasta la Basílica de Higüey-, nos abre los ojos a las diferentes expresiones de la fe, sea tradicional o moderna, de campo o ciudad, hasta de los extranjeros. 

    
   
    Cada peregrino es un testimonio vivo que enriquece nuestro entender del tapiz de amor y fe que tiene el pueblo Dominicano por Nuestra Señora de Altagracia. 
    Los peregrinos pasean por los caminos vecinales y las praderas verdes de Hato Mayor y El Seibo, cantando sus salves, sus banderas desplegadas al viento, y sus caras siempre apuntadas hacía Higüey. 

    
    Llegado a la Basílica y entregado los toros, cada peregrino -en forma particular-, cumple con su promesa a la Virgen de Altagracia, dándole las gracias por la intercesión de la Virgen en la vida de si mismo y de su familia. 
    

    Dentro de un entorno netamente dominicano, los peregrinos nos fascina con su fina percepción de sensibilidades. Cada paisaje, cada primer plano nos lleva a descubrir nuevos y bellos detalles de la fe de un pueblo sencillo. 
    Virgen de Altagracia… ruego por nosotros 
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Historia de Los Toreros 

    Los hateros que habitan en las llanuras de la Región del Este tienen una bella tradición centrada en la Virgen de Altagracia. Cada año -desde hace más de 300 años-, la “Hermandad de los Toreros” sale en una peregrinación de unos 114 kilómetros, empezando en el Santuario de Bayagüana, y terminando en las escaleras de la Basílica de Higüey. Por cinco días los toreros, montados a caballo, pasan de finca en finca, recogiendo becerros, novillos y toretes, para llevarlos como ofrenda a La Altagracia. 

    La tradición 
    Cuenta la tradición que se desató una peste que amenazó con hacer desaparecer el ganado, el medio de sustento en la región del Este. Los hacendados imploraron a La Altagracia que intercediera para que Dios impidiera el desastre… y se esfumó la plaga en las fincas. ¡Era un milagro patente! 
    Como gesto de agradecimiento los campesinos prometieron llevar una ofrenda a la Virgen, todos los días 14 de agosto -la víspera de la fiesta tradicional de la Altagracia-. Así surgió la “Ofrenda de los Toros a la Virgen” para cuya recolección se formó la “Hermandad de los Toreros”. 
    La tradición se interrumpió con la ocupación haitiana de 1822. Sin embargo, en el año 1916 se re-estableció, ya llamada “Hermandad de Comisarios”, y sigue hasta el día de hoy. 

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Los Toreros 

     La “Hermandad de Comisarios” 
    La hermandad está organizada por un “Comisario Mayor”, y cuatro “Comisarios”, uno para cada una de las cuatro estaciones donde pernocta la peregrinación. El oficio de “comisario” es hereditario. Cada familia celosamente cuida su responsabilidad, y ‘pasa la batuta’ de generación en generación. 


    La celebración anual inicia el primer sábado de mayo cuando se reúnen en el Monte Santa María y planifican el recorrido. Desde esta fecha, cada fin de semana la Hermandad va en busca de las donaciones y ofrendas por las diferentes comunidades a cambio de cantos de plenas y salves. 
    Los toreros, montados a caballo, pasan de finca en finca y los recolectores recorren los campos a lomo de caballo con sus banderas desplegadas al viento, acompañados de varios hermanos, cantando tonadas improvisadas. Es una muestra viviente de la más auténtica devoción Altagraciana. 
    La peregrinación se convierte en un testimonio y vivencia de fe, de gente que a pie y a caballo desafían las distancias, el sol y las noches al intemperie. 

    Religiosidad 
    La hermandad de los Toros de la Virgen tiene sus raíces en la cultura y tradición de los campos. Es un movimiento tanto religioso como social, con un profundo contenido de fe. Efectivamente la “Hermandad de Comisarios” tiene su propio capellán, y celebra al menos un retiro espiritual cada año. 


    La Peregrinación 
    El recorrido de los toreros comienza el 10 de agosto cuando los toreros salen de Bayagüana en rumbo a Hato Mayor del Rey. 
    El 11 de agosto, los peregrinos salen hacia Las Guajabas. 
    El 12 de agosto, la hermandad se dirige a Santa Lucía. 
    El 13 de agosto, al amanecer, los toreros se dirigen, a pie y a caballo, hasta el río Sanate y el pueblo de Santana. 
     En cada estación durante toda la noche hay una vigilia y baile de atabales. Es una verdadera fiesta popular donde la religiosidad se mezcla con un derroche de espontaneidad y compañerismo. 
    El 14 de agosto, los toreros se dirigen hacia las fiestas patronales de Higüey. Es la víspera de la Fiesta de la Asunción. 

    
    Desde muy temprano grandes grupos de jinetes y amazonas comienzan a recorrer las calles de Higüey. Es verdaderamente una fiesta popular. Luego se reúnen en un solo grupo y salen a alcanzar a los toros unos cuantos kilómetros fuera del pueblo para entrar con ellos.

    
    Primero los toros pasan por el Antiguo Santuario de San Dionisio donde están recibidos por el padre párroco. En seguida, la peregrinación se encamina hacia la Basílica de Nuestra Señora de La Altagracia, donde es recibida por el Señor Obispo, el Rector de la Basílica, el Capellán de la Hermandad de los Toreros y su Comisario Mayor. 
    El 15 de agosto, la Asunción de Nuestra Señora es la fiesta tradicional de la Altagracia, (El milagro de La Batalla de La Limonade, se celebra cada 21 de enero, solamente desde el año 1692). 
    El 16 de agosto, los toros son trasladados a los corrales de la Asociación de Ganaderos de Nisibón AGANI, donde los clasifican y preparan para ser subastados. El producto neto es dedicado al sostenimiento de la diócesis de Nuestra Señora de La Altagracia y el Seminario Mayor “Santo Tomás de Aquino”, en Santo Domingo. En el año 2015 alcanzaban una cifra record de 306 toretes. 
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Las Promesas 

    Una de nuestras tradiciones más populares es llevar una “promesa” a la Virgen de Altagracia. Las “promesas” son de todo tipo: flores, dinero, joyería, prendas, ropa, trajes de sacos, hasta partes del cuerpo modelados en cera o plata. Cuando hablamos de una “promesa”, es mejor llamarlo una “acción de gracias”, ya que los fieles no hacen más que comprometerse con una acción de gracias, para agradecer a Dios por haber contestado su petición. 
    Al llegar a la Basílica, primero el peregrino sube al cuadro de la Virgen, para agradecerle por su intercesión. Después pasa a donde las monjitas para entregar su “promesa” y compartir su “milagro”, es decir, dar testimonio de lo que el Señor ha hecho en su vida. 
    Finalmente, aunque no es necesario hacer “una promesa”, una vez comprometido es importante cumplirla, ya que no se juega con las cosas de Dios. ¡Una promesa es una promesa!
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El Río Sanate 

     A través de los años se ha desarrollado una especie de “ruta del peregrino”. Desde los rincones más apartados del país, -y desde más lejos todavía-, los peregrinos han seguido el antiguo “Camino Real” que los lleva por Hato Mayor y El Seibo hacia la Casa de la Virgen en Higüey. 
    Ya con Higüey a la vista, se han desmontado en la ribera del río Sanate para bañarse, quitar el polvo del viaje, y vestirse de sus mejores vestuarios en preparación para su encuentro con “Tatica”. 
    A la salida de Higüey, de nuevo los peregrinos paran en el Río Sanate, para quitarse la “ropa de domingo”, bañarse, y prepararse para el largo viaje a casa.
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La intercesión

    La intercesión de Nuestra Señora de la Altagracia 
    Año tras año, vienen miles de dominicanos de todos los estratos sociales, de todas las clases económicas, y de todos los niveles académicos, desde el Presidente de la República mismo hasta el más pobre mendigo. Todos -sin distinción-, buscando cobijarse bajo el manto de Nuestra Señora de la Altagracia. 

    
    Una acumulación de siglos de oración ha dejado un ambiente impregnado de gracia y una “presencia” casi palpable que atrae instintivamente a los peregrinos al cuadro de La Virgen.  En el silencio, de cara a La Altagracia, se puede sentir el peso de los gritos de desesperación, las canciones de alabanza, las peticiones en la necesidad, y las acciones de gracias de miles de dominicanos, que -por cientos de años-, han acudido a la “Protectora del Pueblo Dominicano” buscando consolación, remedio, justicia, sanación y apoyo espiritual. 
    Y por cinco siglos Nuestra Señora ha correspondido, intercediendo por su pueblo predilecto, y escribiendo una historia de tierno amor que se ha grabado en el corazón de miles de familias dominicanas. 
    Los testimonios de toda índole son tan numerosos y tan claros que no queda duda alguna de los “milagros” que diariamente se otorgan a los fieles por la intercesión de Nuestra Señora de la Altagracia. Aunque es un misterio que se puede entender solamente con los ojos de la fe, se han producido cientos de sanaciones que se pueden demostrar médicamente. Así se confirman las palabras de Jesús, quien nos dijo: “Por sus frutos los conoceréis”. (Mateo 7, 16).
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Al Contemplar el cuadro 

    Al contemplar el cuadro de la Virgen de Altagracia, lo que nos llama la atención es la figura central de María. Sin embargo, al acercarnos más, es evidente que el gesto de su cabeza nos llama a prestar más atención todavía al que está en primer plano: el Niño Jesús. Es un gesto que nos invita a arrodillarnos frente al pesebre y, juntos con ella, adorar a Él, que está representado allí: “Mírale a Él”. 
    La Virgen de Altagracia nos enseña cómo adorar a Jesús. 
    La adoración nos lleva a la contemplación, y la contemplación al deseo de estar presentes en la cueva, inmóviles como la Madre, velando al Niño, amando al Amor y buscando estar en la presencia de Dios. 

  
 
La Idea Central 

   Todo el cuadro gira en torno a una idea sencilla pero profunda: que este Bebé indefenso, desnudo, y acostado en un pesebre de paja… ¡es Dios! 
    El mismo Dios que es el Creador del cielo y de la tierra. El que es Todopoderoso, siempre presente y fuente de toda sabiduría. El que sopló el aliento que respiramos y nos ofrece una vida eterna en su presencia. El Inmortal, Invisible e Inefable… ¡Dios!
    Al comprender la verdad tan enorme de la presencia de Dios en medio de nosotros, quedamos pasmados, casi atónitos. No hay palabras, solamente la certeza de que no hay otro lugar donde preferiríamos quedarnos ahora y estar para siempre: “Mírale a Él”. 
     
    Un poco de catecismo 
    Como católicos, solamente adoramos a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. 
    A los Santos se les venera, con una veneración especial reservada para la Virgen María. 
    En resumen: El culto de «latría» o adoración se dirige a Dios, y de «dulía» o veneración (es decir, respeto) se dirige a los santos; en el caso de la Virgen se lo denomina de «hiperdulía» o mayor veneración.


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Oración
     Señor Jesús, 
     Humildemente nos arrodillamos frente a tu Madre, 
     y con ella te contemplamos a Ti durmiendo tranquilamente. 
     Te amamos, porque eres el Amor. 
     Te adoramos, porque eres Dios. 
     Te agradecemos, porque viniste para salvarnos. 
     Permítenos mirarte mientras duermes, 
     velarte mientras descansas, 
     y contemplarte mientras sueñas. 
     Al despertar, 
     queremos cargarte, porque eres nuestro hermano; 
     besarte en gratitud, porque eres tan generoso; 
     y abrazarte, porque estás tan desprotegido. 
    Señor Jesús, 
    Tú sabes que no somos nada. 
     No merecemos tu interés y, menos todavía, tu atención. 
     Pero Señor, 
     por la intercesión de tu Madre, Nuestra Señora de Altagracia, 
     te pedimos que nos escuches, 
     que intervengas en nuestras vidas según tu voluntad, 
     para que podamos seguir el camino recto, 
     que nos llevará a la vida eterna en la casa de tu Padre. 
         ¡Gracias, Señor Jesús! 

     Y a ti, Señora, 
     Te rogamos que nos enseñes a permanecer 
     en la intimidad de este momento. 
     Solamente queremos estar donde Él está, 
     respirar el aire que Él respira, 
     y compartir el lugar donde Él se encuentra. 
     A ti te pedimos humildemente 
     que intercedas por nosotros ante tu Hijo, 
     para que podamos volver a sentir 
     su paz, 
     su perdón
     y su amor. 
     Gracias María, 
     Virgen de Altagracia, 
     Madre nuestra y Protectora de nuestro pueblo dominicano. 
     Amén.
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    «Todo el cuadro gira en torno a una idea sencilla pero profunda: 
    que este Bebé 
    indefenso, 
    desnudo, 
    y acostado en un pesebre de paja… 
    ¡es Dios! 
    El mismo Dios que es el Creador del cielo y de la tierra. 
    El Todopoderoso, siempre presente y fuente de toda sabiduría. 
  El que sopló el aliento que respiramos y nos ofrece una vida eterna en su presencia; el Inmortal, Invisible e Inefable… ¡Dios! »
    
    Al comprender la verdad tan enorme de la presencia de Dios en medio de nosotros, quedamos pasmados, casi atónitos. No hay palabras, solamente la certeza de que no hay otro lugar donde preferiríamos quedarnos ahora y estar para siempre:
“Mírale a Él”.








 





























viernes, 18 de marzo de 2022

Hacia una Espiritualidad Altagraciana


    Nuestra espiritualidad brota del amor de Dios. Dios es amor, y por amor nos creó a su propia imagen y semejanza, capaces de amar como Él ama, incondicionalmente y sin límites. El Creador solamente busca una cosa: que nosotros -sus criaturas- reciproquemos su amor, amándolo como El nos ama a nosotros. 
    Ahora bien, para evitar cualquier tipo de presión, nos otorgó libre albedrío. Así que, nuestras demostraciones de amor serían completamente espontáneas, originadas solamente en nuestras propias ganas de amarle a El, como El nos ama a nosotros.
    Sin embargo, al otorgarnos libre albedrío, corrió un riesgo: el riesgo de que algunos de nosotros fuéramos seducidos o que eligiéramos tomar otros rumbos, en caminos que no nos llevarán de vuelta a su casa. 
    Dios -quien es amor-, no quiere perder a ninguno de nosotros sus criaturas, ni aún a los peores de nosotros “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en el no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Juan 3, 16-17).     
    En el cuadro de la “Virgen de Altagracia” nos encontramos -como espectadores privilegiados-, contemplando el centro de la historia cuando, en un tiempo pre-ordenado y un lugar predestinado, Dios se encarnó como el más frágil e indefenso de todas las criaturas: un niño. 
    ¿Quién puede resistirse a amar a un bebé? 

 Meditación 
    Es de noche. La Virgen está de rodillas frente al pesebre. Está ensimismada, tranquilamente contemplando a su hijo, el Hijo de Dios. Las manos están juntas, dedo a dedo, yema a yema, combinando el delicado gesto de una celebración silenciosa -por no despertar al niño-, con un casi incontrolable deseo de alabar y dar gracias a Dios. 
    Todo es alegría y amor. 

     Con San José, nosotros miramos y contemplamos, atónitos y asombrados, a Dios hecho hombre, y con el coro de los ángeles cantamos; “Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”
    El cuadro de Nuestra Señora de Altagracia es una invitación a la adoración y la contemplación, a acompañar a la Virgen y orar con ella, mientras que juntos contemplamos al recién nacido, Emmanuel, “Dios con nosotros”. 
    La adoración nos lleva a la contemplación y la contemplación al deseo de estar presentes: 
    — inmóviles como la Madre 
    — velando al niño 
    — amando al Amor y 
    — buscando estar en la presencia de Dios. 

 Oración 
    Señor Jesús, 
    Humildemente nos arrodillamos frente a tu madre, 
    y con ella te contemplamos a ti durmiendo tranquilamente. 

    Te amamos porque eres el Amor. 
    Te adoramos porque eres Dios. 
    Te agradecemos porque viniste para salvarnos. 

    Permítenos mirarte mientras duermes, 
    velarte mientras descansas, 
    y contemplarte mientras sueñas. 

    Al despertar, 
    queremos cargarte porque eres nuestro hermano; 
    besarte en gratitud porque eres tan generoso; 
    y abrazarte porque estás tan desprotegido. 

    Señor Jesús, tú sabes que no somos nada. 
    No merecemos tu interés, y menos todavía tu atención. 
    Pero Señor, 
    por la intercesión de tu madre, Nuestra Señora de Altagracia, 
    te pedimos que nos escuches, 
    que intervengas en nuestras vidas según tu voluntad, 
    para que podamos seguir el camino recto 
    que nos llevará a la vida eterna 
    en la casa de tu Padre. 
    ¡Gracias, Señor Jesús! 

     Y a ti, Señora, 
    Te rogamos que nos enseñes a permanecer 
    en la intimidad de este momento. 
    Solamente queremos estar donde El está, 
    respirar el aire que El respira, 
    y compartir el lugar donde El se encuentra. 

    A ti te pedimos humildemente 
    que intercedas por nosotros ante tu Hijo, 
    para que podamos volver a sentir su paz, 
    su perdón y su amor. 

    Gracias María, 
    Virgen de Altagracia, 
    madre nuestra 
    y protectora de nuestro pueblo dominicano.
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La Devoción a la Altagracia 

    La devoción a la Altagracia -sin duda alguna-, es la más arraigada en la República Dominicana. No hay que sobreabundar con estadísticas:     
    — Una mujer de cada doce se llama “Altagracia”. 
    — Un dominicano de cada diez visita la Basílica de Higüey cada año.
    La razón de su popularidad es fácil de encontrar: casi no existe una familia a lo largo y ancho del país que no guarde al menos un testimonio de los frutos de la intercesión de Nuestra Señora de Altagracia. 
    Como dice un obispo dominicano, el cuadro es “carismático”; es decir, produce frutos y frutos en abundancia. 
    Y la razón de tantos milagros es fácil de encontrar también: 

    El cuadro es claramente una invitación a orar, y -como todo el mundo sabe-, “la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios” (San Agustín). Dios, en su irrefrenable bondad, no puede resistirse a las súplicas de sus hijos, especialmente a las que son presentadas por su propia madre, Nuestra Señora de Altagracia. He aquí la razón de los tantos “milagros” de la Virgencita de Higüey. Efectivamente, el país entero está lleno de testimonios de sanaciones, conversiones y reconciliaciones porque -sencillamente-, la intercesión de La Altagracia funciona. 

    Pero sería irresponsable proclamar esta devoción y -a la vez-, limitar su alcance a unas cuantas prácticas pías. 

    Es claro que las peregrinaciones a la Basílica en Higüey son importantes, con una buena confesión, entregar las promesas, ir a una Misa, subir para darle “un beso a Tatica”, y el encender una vela para dejar memoria de las oraciones ascendiendo al cielo mientras que nosotros regresamos de vuelta a casa. Es claro, también, que las novenas a la Virgencita de Higüey producen frutos y frutos en abundancia. 
    Pero para nosotros, que proclamamos una devoción a la Virgen de Altagracia, es preciso “remar mar adentro” y profundizar en la espiritualidad de la Altagracia. 
    Quiero destacar tres dimensiones de esta espiritualidad: Contemplación, Conversión y Evangelización: 
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1 Contemplación 

    La relación entre nosotros y Dios 
    La “Espiritualidad Altagraciana” tiene su punto de partida en el amor que desciende desde el cuadro hacia nosotros, y asciende desde nosotros hacia Dios. 
    Inmóviles como la madre velando al niño, nos arrodillamos frente a la imagen de Dios en el pesebre, para dejar atrás la oración de petición y alabanza, y sumergirnos en la adoración, la meditación y finalmente la contemplación de él que está representada en el cuadro. 
    Una sola cosa queremos: “estar mucho tiempo a solas con Aquel que sabemos nos ama” (Santa Teresa de Ávila), amando al Amor, y buscando entrar en la presencia de Dios, donde todo es gracia. 
    En nuestra inocencia queremos simplemente estar donde Él está, respirar el aire que Él respira, y rendirnos a su magnifica majestad. 
    Todo es gracia, todo es presencia. “Me basta tu gracia”. 

    El cuadro nos invita a una contemplación de miradas: 
    Con San José, nosotros miramos y contemplamos, atónitos y asombrados, a Dios hecho hombre, y con el coro de los ángeles cantamos: “Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. 
    Y nosotros, ensimismados como María, aceptamos su invitación: “Mírale a Él”
    Y allí está el Niño Jesús, que nos está invitando -con una mirada de fe-, a “mirarle a Él mirándome a mí”. 
    Mientras tanto, desde el cielo, Dios Padre nos está mirando, contento, amando a Dios Hijo: “Este es mi Hijo amado, en quién me complazco”. 
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2 Conversión 

Ser como la Virgen de Altagracia 
    La Virgen de Altagracia está invitándonos a un cambio radical: dejar el "yo" atrás y, con la inspiración del Espíritu Santo, convertirnos en imitadores de ella, como si fuéramos copias de la Altagracia (en miniatura) con el Niño Jesús en el centro de nuestras vidas. “Ya no vivo yo, sino Cristo que vive en mí” (Gálatas 2, 20). 
    María de Altagracia demuestra unas actitudes que claramente nos invitan a asumir como las nuestras.  A primera vista se pueden identificar las actitudes de paz, humildad, amor y alegría. 
    — María está hincada en una actitud de tranquilo recogimiento. Es evidente que, hace tiempo, está cómodamente arrodillada así. Todo es paz
    — María tiene la cabeza inclinada en un gesto que -a la vez que nos invita a mirar al que ella está mirando-, demuestra una sumisión a la voluntad de él que ella está observando. Todo es humildad
     — María irradia una presencia de amor que rellena todo el espacio del cuadro, y rebosa -saliendo del marco-, para alcanzar nuestros propios corazones. Todo es amor
        — Las manos de María están juntas, dedo a dedo, yema a yema, combinando el delicado gesto de una celebración silenciosa -por no despertar al niño-, con un deseo casi incontrolable de alabar y dar gracias a Dios. Todo es alegría
     He aquí las actitudes que se nos invita asumir en nuestras propias vidas, como devotos de la Altagracia: paz, humildad, amor y alegría. 

    Además, hay unas virtudes que podemos destacar.  Claro que están presentes las tres virtudes teologales:  la fe, la esperanza y la caridad. Sin ellas, María no hubiera creído, esperado o amado. 
    
Pero también están presentes en forma especial dos virtudes humanas: 
    La prudencia, sin la cual María no habría discernido, en estas circunstancias tan insólitas, el verdadero bien, y elegido los medios justos para realizarlo. 
    — La fortaleza que le aseguró a María la firmeza y la constancia aún en las dificultades. 
    He aquí las virtudes que se nos invita a asumir en forma especial en nuestras propias vidas, como devotos de la Altagracia: la prudencia y la fortaleza. 

    Así pues, para asimilar la Espiritualidad Altagraciana, es preciso que asimilemos las actitudes y virtudes de María de Altagracia, para convertirlas en nuestras propias actitudes y virtudes. 

    En Resumen: 
“Y en esto consiste el amor: en que vivamos conforme a sus mandamientos. Este es el mandamiento, como lo han oído desde el comienzo: que vivan en el amor” (2 Juan 1, 6). 
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Evangelización 

     Ámense unos a otros como Yo les he amado 
    La tercera y más importante de las dimensiones de la Espiritualidad de la Altagracia es la dimensión de vivir la espiritualidad en el mundo, contagiando al prójimo con las actitudes y virtudes que hemos asimilado de la Virgencita de Higüey. El elemento más importante de la evangelización es la oración. Hay que orar sin cesar, antes, durante y después de todo lo que hacemos. Porque, si nosotros no estamos en comunicación permanente con Dios -hablándole y escuchándole-, es probable que no estemos haciendo su voluntad. 
    La evangelización tiene dos facetas: pasiva y activa. 

    La forma pasiva de evangelizar es comportarnos a imitación de la Virgen de Altagracia. Muchas veces un testimonio de estilo de vida es más fuerte que cualquier prédica. Es preciso que hagamos un esfuerzo para brillar con las actitudes (paz, humildad, amor y alegría) y con las virtudes (prudencia y fortaleza) de María de Altagracia cuando salimos y cuando entramos, cuando despertamos y cuando -al final del día-, volvemos a casa. 
    La forma activa de evangelizar es contagiar con nuestra fe, hablando a tiempo y a destiempo, proclamando que el Niño del pesebre es Jesús, y que está vivo, y vino para salvarnos de nuestros pecados. 
    Pero la evangelización no es solamente hablar sino es - también- actuar, comprometernos y participar en la sociedad, en los grupos de la parroquia, de la vecindad, de las juntas de vecinos, inclusive en la política, en las fuerzas armadas, y en el sistema de justicia, asumiendo la responsabilidad de ayudar a los hermanos a vivir el mandamiento del amor que Jesús nos enseñó. 
    No importa si tenemos un colmado, o una empresa con miles de empleados. Es preciso que vivamos nuestra fe cada día, con caridad, justicia y paz. Y siempre imitando a Nuestra Señora de Altagracia con su paz, su humildad, su amor y su alegría. 

    “Que el Señor guíe sus corazones hacia el amor de Dios” (2 Tesalonicenses 3, 5)