domingo, 29 de octubre de 2017

Remando sobre el río Thames

 

    Hay momentos tan delicados, perfectos y privados que el acto de describirles en palabras les reduce a una sombra de aquel momento. 


     Hace muchos años, cuando el mundo era más joven (y yo más bonito), pasé muchas tardes remando sobre el río Thames, unos cuantos kilómetros al sur de Oxford. 
     Es un río silencioso y materno, con patos pescando en la orilla y vacas rumiando en los campos ... y una tranquilidad que llamaba al vacío del alma. 
     Para mi, era una forma especial de hacer ejercicio y contemplar la paz de la naturaleza que me pasaba. 
    Pero el colmo sucedería cuando empezó la lluvia: tapando todo sonido secundario con un suave sisear; salpicando la superficie del agua con una llovizna que tocaba el espejo plano del río como si fuese una melodía de Sibelius; encerrándome a mi en un manto de seguridad y un delirio sensorial… 
     Yo solía ser mojado por completo por la lluvia; sudado con el ejercicio; a solos conmigo mismo, flotando en medio del río, en medio de la sinfonía, sin rumbo ni reloj, sencillamente disfrutando del uso de todos mis sentidos, como si fuese que acabado de descubrirles por la primera vez: – ver, oír, olear, tocar y saborear… Me sentía como Dios acabo de crearme tan recientemente que faltaba Eva todavía… una inocencia completa, primitiva y pura, flotando en el río … 

        Cuánto añoro el sonido de la lluvia.

sábado, 19 de agosto de 2017

El Sonido de Paz

                    El Sonido de Paz


    Los árboles del Hotel Embajador, aquí en Santo Domingo, son el hogar para una enorme bandada de periquitos. 
    Cada mañana salen, volando, para el Jardín Botánico. Y cada atardecer vuelven, siempre en parejas, hablando entre si, en grupos de hasta 30 o 40 parejas a la vez. 
    Se puede oírles venir desde lejos, parloteando como niños volviendo del colegio. Es un sonido que he aprendido amar, como si fuese que están diciendo: “Dios está en su cielo, y todo está bien en la tierra!” Para mi, es el sonido de la paz al fin de cada tarde. 


    Pero hoy las cosas eran diferente. Estaba sentado en el patio de la Casa de la Anunciación, escuchando la Misa (la Casa estaba llena por dentro). 
    De repente oí a mis periquitos chillando con voces de alarma. En seguida abajaron, desesperadamente, para esconderse en los árboles, con sus llamadas de terror y un pánico absoluto en sus voces. Estaban llamando a sus parejas que se habían desaparecido el uno del otro. Estaban completamente aterrorizados.



    Mirando allí por arriba, muy por arriba, vi un “drone” (uno de estas pequeños aviones robot) planeando, flotando casi sin moverse, exactamente por encima de nosotros. 
    Sin duda alguna, los periquitos pensaban que era un halcón, y se asustaron. Dentro un par de minutos el “drone”, siguió su vuelo, y desapareció de mi vista. Sin embargo, los c periquitos se habían desorientado, se habían perdido de vista a sus parejas, y se habían asustado enormemente. 



     Diez minutos más tarde, todavía estaba llamándose el uno al otro, volando de árbol a árbol, con voces de preocupación.
    Poco a poco, se recogieron, y en pequeños grupos, salieron de la protección de nuestra árboles para seguir su viaje al Hotel Emperador, dejándonos con el silencio del atardecer y un pensamiento: ¿el dueño del “drone” dio cuenta de lo que había hecho?

(Fotos tomados por Pedro Genaro)

jueves, 22 de junio de 2017

La Esperanza

Juliana

La Esperanza 

    El más terrible de todos los sentimientos; 
 el sentimiento de tener la esperanza muerta". 
 (Federico García Lorca) 
    
    Cuando estábamos en el HUEH (Hopital de l'Universite d'Etat d'Haiti) en Port-au-Prince, después del terremoto de 2010, escribí el siguiente: 


Permite a los niños venir a mi
    Los pabellones de pediatría no estaban muy lejos, y pronto -a pesar de la barrera del idioma- hicimos amigos con los niños. Es curioso cómo una cara cómica y un gesto de payaso hacen sonreír a cualquier persona. 


    Todos los niños -entre dos y catorce años de edad- estaban recuperándose de heridas serias, y a muchos les faltaba un dedo, un brazo o una pierna. Los tornillos grotescos que se usan para estabilizar huesos rotos son aún más terribles, saliendo de los miembros de un niño. La mayoría tuvo contusiones en la cabeza y heridas internas también. 


    De vez en cuando se encuentra una camita ya vacía. No se atreve a preguntar: ¿qué pasó? Puede que el niño ya se había ido a casa. Pero, puede que también se había ido a la morgue. 



 
No podíamos permitirnos llorar. Tenemos que trasmitir esperanza, esperanza contra toda esperanza, la promesa de esperanza, la expectación de esperanza, el sueño de esperanza. 


    Y aún más allá de lo que parece una meta imposible, nos espera la fe y el amor. Al fin y al cabo, quedan solamente tres cosas: fe, esperanza y amor, y la más grande de ellas es el amor.

jueves, 2 de marzo de 2017

Daffodils



DAFFODILS ! 

     My favourite flowers - I have a painting of “dafs” done by your mum, hanging in our sitting room. 
    They are one of the few things that I really miss: the view of those splashes of primitive yellow, thrown hither and thither by the tear-cold wind of springtime, under the tall, steel-grey, still leafless, copper beeches, standing motionless and without emotions, in the front garden at Down House. 
    Many years ago I wrote: 
     It must be all of forty years since last I saw wild daffodils. They used to be clumped around the silver-grey base of tall, still-naked beeches, bending from the high, hard, cutting-edge crispness of early spring, and gleaming with that impossibly-brilliant, metallic yellow. Then the smell. What a curious smell! Sultry and heavy like a sultan’s harem at midnight. Such a contrast with the puritanically harsh daylight. Such a clash with the few remaining, pristine-white crocuses. 
    Daffodils! The memory wakes others. Memories of the pain of ice-cold ears, and frozen tears forced from the eyes. Memories of a merciless wind penetrating the thickest clothing, and the inevitable agony from warming up freezing feet and soaking fingertips. 
    There were different types of daffodils: the simple big ones, with the same number of petals in the inner cup and the outer skirt. Then there were the more sophisticated ones, with white petals on the outside, and yellow ones within, or was it yellow ones on the outside and … ? 
    Well it doesn't really matter now, so far away, and so long ago...

(A letter to my nieces)