El Sonido de Paz
Los árboles del Hotel Embajador, aquí en Santo Domingo, son el hogar para una enorme bandada de periquitos.
Cada mañana salen, volando, para el Jardín Botánico. Y cada atardecer vuelven, siempre en parejas, hablando entre si, en grupos de hasta 30 o 40 parejas a la vez.
Se puede oírles venir desde lejos, parloteando como niños volviendo del colegio. Es un sonido que he aprendido amar, como si fuese que están diciendo: “Dios está en su cielo, y todo está bien en la tierra!” Para mi, es el sonido de la paz al fin de cada tarde.
Pero hoy las cosas eran diferente. Estaba sentado en el patio de la Casa de la Anunciación, escuchando la Misa (la Casa estaba llena por dentro).
De repente oí a mis periquitos chillando con voces de alarma. En seguida abajaron, desesperadamente, para esconderse en los árboles, con sus llamadas de terror y un pánico absoluto en sus voces. Estaban llamando a sus parejas que se habían desaparecido el uno del otro. Estaban completamente aterrorizados.
Mirando allí por arriba, muy por arriba, vi un “drone” (uno de estas pequeños aviones robot) planeando, flotando casi sin moverse, exactamente por encima de nosotros.
Sin duda alguna, los periquitos pensaban que era un halcón, y se asustaron.
Dentro un par de minutos el “drone”, siguió su vuelo, y desapareció de mi vista.
Sin embargo, los c periquitos se habían desorientado, se habían perdido de vista a sus parejas, y se habían asustado enormemente.
Diez minutos más tarde, todavía estaba llamándose el uno al otro, volando de árbol a árbol, con voces de preocupación.
Poco a poco, se recogieron, y en pequeños grupos, salieron de la protección de nuestra árboles para seguir su viaje al Hotel Emperador, dejándonos con el silencio del atardecer y un pensamiento: ¿el dueño del “drone” dio cuenta de lo que había hecho?
(Fotos tomados por Pedro Genaro)
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