miércoles, 1 de marzo de 1989

La Trinidad

 La Trinidad

El Ícono de San Andrés Rublev

Revista Alabanza No. 86

Feb – Mar 1989

 

Un ícono es un cuadro que representa no solamente una persona o una escena religiosa, sino incorpora también unos colores, unos símbolos y una distribución de elementos que evocan implicaciones espirituales más allá que la simple representación.

La finalidad es llevar al espectador a una interiorización y una profundización de su propia vida espiritual, a través de la contemplación del ícono.

 

Abraham

Así pues, en el ícono de La Trinidad de San Andrés Rublev, tenemos una representación de la visita de los tres ángeles a Abraham en el encinar de Mambré (vea Génesis 18). La curiosidad de este texto está en que el número de personas varía constantemente. En una línea se habla de 'El', y en la próxima se habla de 'Ellos'.

Se entiende como la primera referencia a la Santísima Trinidad en la Biblia.

 

Los Tres Ángeles

San Andrés Rublev tomó el texto como el punto de partida para una contemplación de la Santísima Trinidad que es única en su género.

En el centro del cuadro tenemos los tres ángeles (vea sus alas), con caras idénticas (las tres personas son el mismo Dios), y con bastones de igual largo (los tres viajeros llevan cetros iguales, ya que son de igual importancia).

 

Los Colores

Los tres se visten del azul de la verdad celestial. Pero se diferencia en una túnica de púrpura (el amor divino) del Padre, un manto verde (de la tierra) del Hijo que se hizo hombre, y un manto transparente del Espíritu Santo. El color oro, tanto de las alas como de los tronos, simboliza la abundancia divina.

 

La Mesa y la Copa

Están sentados alrededor de una mesa cuadrada (el mundo), con un lado abierto todavía, para que el que contempla pueda entrar a participar en el misterio de la Trinidad.

En la copa hay un cordero sacrificado.

 

El Hijo

El Hijo, la cabeza bajada en sumisión y humildad, intercede por el mundo con su mano derecha. Sus ojos nunca dejan de contemplar con tristeza al cáliz. En el idioma simbólico de las líneas, las curvas cóncavas significan obediencia, atención, abnegación y receptividad.

 

El Espíritu Santo

El Espíritu Santo está pendiente, con la mano derecha levantada, para hacer la voluntad del Padre. Está totalmente pasivo. En sus ojos se puede ver expectación y esperanza.

Como si fuese a través de un espejo oscuro, se puede distinguir en El solamente los colores del Padre.

 

El Padre

El Padre se sienta en frente de su Hijo. Con ojos llenos de compasión, Él envía el Espíritu Santo. A la vez, con su mano derecha El bendice el sacrificio, y a través de ello, al mundo. Las curvas convexas significan la expresión, la palabra, el destapar y la revelación.

Aunque los tres son iguales, la autoridad se origina en el que se viste de la púrpura viva de la realeza.

 

La Casita, el Árbol y la Roca

Por atrás se puede encontrar la casita donde Sara, la esposa de Abraham, preparó la comida para los viajeros. Pero es, también, la casita donde María dio a luz a la Luz del Mundo. La mujer estéril y la virgen, están unidas por una promesa de fecundidad de la cual nació el Pueblo de Dios y el Salvador del Mundo.

El árbol simboliza tanto el Árbol de la Vida (vea Génesis 2 y 3) y el pecado original, como la madera de la cruz y el sacrificio único para la salvación del mundo.

Por atrás, a la derecha, se puede descubrir una roca que representa el mundo mineral, como el árbol representa el mundo vegetal. Los dos, doblándose como bajo el soplo de un viento, se enlazan con el movimiento circular que emana de la Trinidad. Así está recogida dentro del corazón divino toda la creación entera, participando en su vida y en su moción.

 

La Trinidad

Los tres ángeles representan las tres Personas divinas. Su comunión es perfecta: las tres figuras componen un grupo que se inscribe en un círculo, símbolo de la eternidad, de la unidad y del amor Absortos en profunda contemplación, están compenetrados al mismo tiempo en la acción común.

La fusión de colores da unidad; las alas se acercan y sobreponen; las caras se miran con amor; las miradas se concentran sobre los demás sin distracciones. Ninguna otra cosa atrae su atención, y todo subraya la relación íntima, total y ensimismada. Se percibe el silencio y el sentido activo y circulante de la donación de cada uno a los demás.

Nada le falta a la felicidad de los Tres. Sin embargo el amor es comunión por su naturaleza, y (por consiguiente) apertura. El ícono la expresa en el lugar de la mesa que han dejado libre los tres Huéspedes: es el sitio de Abraham, y, en Abraham, del hombre. Dios-Amor ha creado al hombre para invitarle a que participe de su misma vida, de su comunión trinitaria. El fin de nuestra vida es el de transformarnos en la Trinidad.

 

Conclusión

San Andrés Rublev no pretende sugerir una idea sino una oración: "Señor mío, si encuentro gracia en tus ojos, no pases adelante, te lo suplico, lejos de tu servidor". (Génesis 19,3).

Si acogemos a los tres de todo corazón, podemos, como Abraham, recibir de su bondad la seguridad de que esta experiencia nos será concedida: "Ciertamente volveré a ti". (Génesis 18,19).

 

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Los Ortodoxos y la Trinidad

San Andrés Rublev fue un monje ortodoxo.

El ortodoxo cree apasionadamente que la doctrina de la Trinidad no es una elaboración de alta teología, reservada a los eruditos profesionales: tiene una importancia efectiva y real para cada cristiano.

La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, y para los cristianos Dios es Trinidad: por tanto sólo a la luz del dogma de la Trinidad el hombre puede comprender lo que es y lo que Dios quiere que sea.

Nuestra vida particular, nuestras relaciones personales, dependen de la exactitud sobre la teología de la Trinidad.

Cuando un hombre participa de las energías divinas, no está raptado por un poder incierto y anónimo: se confronta cara a cara con una persona. Dios es una Trinidad de tres personas, cada una de las cuales habita en las otras dos por un eterno movimiento de amor.

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San Andrés Rublev

Nació hacia 1370 y murió en 1430, en Moscú. Trabajó en el Kremlin, y se esforzó en renovar el estilo de los íconos rusos.

Su ícono más famoso es la de la Iglesia de la Santísima Trinidad.

Todos sus coetáneos destacan "la humildad, la sabiduría y la perfección de sus virtudes". Un viejo relato exaltó su amor al ayuno y a la vida monástica. Dice textualmente: "el amor divino abundaba en él porque jamás se preocupaba de las cosas terrenas. Dirigía continuamente su pensamiento a la luz substancial y divina y fijaba los ojos, sin concederse un momento de reposo, en las imágenes de Dios, la Virgen y todos los santos que habían sido pintados en los siglos precedentes".

Andrés Rublev fue canonizado por S.S. Juan Pablo II el 23 de Julio de 1988.