jueves, 5 de diciembre de 2013

La Altagracia nos invita


El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia nos invita
     — El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia nos invita entrar en la cueva y observar a María arrodillada, sus ojos medio cerrados, su cuerpo girando hacia el pesebre, mirando fijamente a su hijo Jesús. Toda su figura nos dice una sola cosa: “Mírale a Él”. 
    — Y allí al frente, vemos a este bebé indefenso, desnudo, acostado en un pesebre de paja… una representación de Emmanuel… ¡Dios en medio de nosotros! — Y nosotros caímos de rodillas, en el espacio abierto al lado del pesebre, y -con María-, le adoramos, porque ¡Dios está aquí! 
    — Entonces empezamos a entender por qué el cuadro de la Altagracia es milagroso. Es un secreto muy sencillo pero -a la vez-, muy profundo: el cuadro nos lleva a la contemplación, la adoración y la oración. Y como dijo San Agustín: “La oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”. 
    — Es que Dios nos ama, a pesar de nosotros mismos. Somos sus hijos. Haría cualquier cosa para ayudarnos. Sencillamente, no puede resistirnos, especialmente cuando estamos acompañados por su Madre. Dios tiene una debilidad, y su debilidad somos nosotros. 
    —¿Y los frutos? Efectivamente, jamás he encontrado una familia dominicana que no tenga un testimonio de la intercesión de la Altagracia. 
    — Si Dios puede intervenir en tantas familias, también puede intervenir en tu familia. 
    — ¡Pruébalo! 

“La oración no es otra cosa 
sino tratar de amistad 
estando muchas veces a solas 
con quien sabemos nos ama.”
 (Santa Teresa de Jesús)