El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia nos invita
— El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia nos invita entrar en la cueva y observar a María arrodillada, sus ojos medio cerrados, su cuerpo girando hacia el pesebre, mirando fijamente a su hijo Jesús. Toda su figura nos dice una sola cosa: “Mírale a Él”.
— Y allí al frente, vemos a este bebé indefenso, desnudo, acostado en un pesebre de paja… una representación de Emmanuel… ¡Dios en medio de nosotros!
— Y nosotros caímos de rodillas, en el espacio abierto al lado del pesebre, y -con María-, le adoramos, porque ¡Dios está aquí!
— Entonces empezamos a entender por qué el cuadro de la Altagracia es milagroso. Es un secreto muy sencillo pero -a la vez-, muy profundo: el cuadro nos lleva a la contemplación, la adoración y la oración. Y como dijo San Agustín: “La oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”.
— Es que Dios nos ama, a pesar de nosotros mismos. Somos sus hijos. Haría cualquier cosa para ayudarnos. Sencillamente, no puede resistirnos, especialmente cuando estamos acompañados por su Madre. Dios tiene una debilidad, y su debilidad somos nosotros.
—¿Y los frutos? Efectivamente, jamás he encontrado una familia dominicana que no tenga un testimonio de la intercesión de la Altagracia.
— Si Dios puede intervenir en tantas familias, también puede intervenir en tu familia.
— ¡Pruébalo!
“La oración no es otra cosasino tratar de amistadestando muchas veces a solascon quien sabemos nos ama.”(Santa Teresa de Jesús)
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