Estimado amigo Julio,
Estaba fascinado por tu articulo “La Filosofía del Café” que -cómo los
“divertimientos” de otras eras que gastaron su ingenuidad en divisar nuevas y
todavía más extravagantes alabanzas a dioses menores- se extendió en piropos
hacia el más humilde y hogareño de las costumbres dominicanas: el tomar de una
tacita de café.
A la vez, me hizo pensar si la adicción al café, que no es solamente
una peculiaridad de los dominicanos sino de todo el continente
hispanoamericano, no podría ser responsable en parte por la personalidad tan
destacada y distinta del “hombre latinoamericano”.
La delicia del “hombre latinoamericano” es el diálogo ameno donde el
“riposte” gracioso o contestación ágil, cual el contra-ataque en un “duelo”
amistoso de esgrima, se reciba con aplausos, aunque salga por completo de la
materia de la conversación.
Es que el “hombre latinoamericano” es -casi por definición- alegre,
estimulante, y siempre dispuesto a hablar.
Es el alma y corazón de toda fiesta, el fanático más comprometido con su
equipo de pelota o partido político, la autoridad indiscutible en toda materia
que se refiere a su pueblo, e intransigente y adamantino en guardar, defender y
propagar su propia opinión contra toda y cualquier corriente o viento adverso.
Me pregunto si esta personalidad -tan fácil para dibujar- tiene algo
que hacer con el estado de estimulación e excitación permanente que ofrece una
cadena constante de “cafecitos” tomados a lo largo del día.
A la vez, me pregunto si esta personalidad tan contenciosa -que se
encuentra igualito desde la Tierra del Fuego hasta Tijuana- no es responsable
al fondo por la división de un continente tan rico y completo en una colcha
remendada de trapos distintos, cosido sin ton ni son, albergando más bien
enemistades y rencores, y todo a pesar de un idioma y fe que se le identifica
como único y … al fin y al cabo, divisible.
Estos pensamientos me vienen a la mente, por que mi propia tradición
está ligada a otro vicio: la adicción a una tacita de Té.
Mirándolas de cerca, las dos infusiones deben tener algo que hacer con
las idiosincrasias de los que las beben.
A ver: el Café estimula,
mientras el Té calma. Igual el “hombre
latinoamericano” estimula, mientras que el “Gentleman Inglés” queda flemático.
El Café provoca risas en el “hombre latinoamericano”, aun antes de
contar un chiste. Mientras la esencia
del humor seco para un inglés es no demostrar ni la mueca más mínima al contar
una historia ridícula.
El Café se toma “corto”, y el Té en tazas grandes. Igual el “hombre latinoamericano” es rápido a
la ira, y más rápido a la reconciliación, mientras que -según algunos- el
“Gentleman Inglés” rumia y planifica la venganza con perfidia.
El Café despierta los sentidos y el Té tranquiliza el espíritu. Igual el “hombre latinoamericano” es padre de
muchas generaciones, mientras al “Gentleman Ingles” no se le han descubierto
todavía como se propaga la especie.
Y finalmente el “hombre latinoamericano” le toma a si mismo muy en
serio, mientras el “Gentleman Inglés” hace gala de reír a si mismo. (Por ejemplo, solamente un ingles podría
haber escrito estas líneas).
Ahora bien, cómo sabes, el Té (Camellia sinensis) viene originalmente de la China, y llegó a Europa por primera vez en
1597. Se llamaba “Chaa”, de la palabra “Tcha” en chino. Con el tiempo el nombre evolucionó a “Tea” en
ingles, y “Té” en español. Eran los
portugueses que introdujeron este “néctar de los dioses” al mundo occidental.
Y así llegamos a la especulación
que es la razón de mi escrito: En 1494 Portugal y España firmaron el Tratado de
Tordesillas para resolver las dificultades de la Bula “Inter Caetera” de 1493,
de S.S. Alejandro VI. Se fijó el
meridiano de partición del Océano Atlántico a 370 leguas al oeste de las islas
de Cabo Verde (en lugar de 100 leguas).
De esta forma, España tendría el dominio del hemisferio occidental y
Portugal del oriental. Se había concretado
así un verdadero reparto del mundo entre estas dos coronas,
pero ... ¡ Brasil
estaba por descubrirse todavía!
Ahora bien, ¡imagínate si se hubiera definido la
división en otra forma! Con el tiempo
todo el continente habría quedado como un solo territorio sumiso a la corona
Portuguesa y, más importante … ¡bebiendo Té!!!
¿Puedes imaginar cómo el pueblo hispanoamericano se habría desarrollado?:
flemático,
pausado,
reservado,
y con estribas de sangre fría,
mirando hacia un futuro como potencia mundial,
basado solamente en su afán
de beber ...
¡“a nice cup of tea”!
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