jueves, 11 de abril de 2013

El Café y el Té y el “hombre latinoamericano”


Estimado amigo Julio,
Estaba fascinado por tu articulo “La Filosofía del Café” que -cómo los “divertimientos” de otras eras que gastaron su ingenuidad en divisar nuevas y todavía más extravagantes alabanzas a dioses menores- se extendió en piropos hacia el más humilde y hogareño de las costumbres dominicanas: el tomar de una tacita de café.
A la vez, me hizo pensar si la adicción al café, que no es solamente una peculiaridad de los dominicanos sino de todo el continente hispanoamericano, no podría ser responsable en parte por la personalidad tan destacada y distinta del “hombre latinoamericano”.
La delicia del “hombre latinoamericano” es el diálogo ameno donde el “riposte” gracioso o contestación ágil, cual el contra-ataque en un “duelo” amistoso de esgrima, se reciba con aplausos, aunque salga por completo de la materia de la conversación.
Es que el “hombre latinoamericano” es -casi por definición- alegre, estimulante, y siempre dispuesto a hablar.  Es el alma y corazón de toda fiesta, el fanático más comprometido con su equipo de pelota o partido político, la autoridad indiscutible en toda materia que se refiere a su pueblo, e intransigente y adamantino en guardar, defender y propagar su propia opinión contra toda y cualquier corriente o viento adverso.


Me pregunto si esta personalidad -tan fácil para dibujar- tiene algo que hacer con el estado de estimulación e excitación permanente que ofrece una cadena constante de “cafecitos” tomados a lo largo del día.
A la vez, me pregunto si esta personalidad tan contenciosa -que se encuentra igualito desde la Tierra del Fuego hasta Tijuana- no es responsable al fondo por la división de un continente tan rico y completo en una colcha remendada de trapos distintos, cosido sin ton ni son, albergando más bien enemistades y rencores, y todo a pesar de un idioma y fe que se le identifica como único y … al fin y al cabo, divisible.

Estos pensamientos me vienen a la mente, por que mi propia tradición está ligada a otro vicio: la adicción a una tacita de Té.
Mirándolas de cerca, las dos infusiones deben tener algo que hacer con las idiosincrasias de los que las beben. 
A ver:  el Café estimula, mientras el Té calma.  Igual el “hombre latinoamericano” estimula, mientras que el “Gentleman Inglés” queda flemático.
El Café provoca risas en el “hombre latinoamericano”, aun antes de contar un chiste.  Mientras la esencia del humor seco para un inglés es no demostrar ni la mueca más mínima al contar una historia ridícula.
El Café se toma “corto”, y el Té en tazas grandes.  Igual el “hombre latinoamericano” es rápido a la ira, y más rápido a la reconciliación, mientras que -según algunos- el “Gentleman Inglés” rumia y planifica la venganza con perfidia.
El Café despierta los sentidos y el Té tranquiliza el espíritu.  Igual el “hombre latinoamericano” es padre de muchas generaciones, mientras al “Gentleman Ingles” no se le han descubierto todavía como se propaga la especie.
Y finalmente el “hombre latinoamericano” le toma a si mismo muy en serio, mientras el “Gentleman Inglés” hace gala de reír a si mismo.  (Por ejemplo, solamente un ingles podría haber escrito estas líneas).

Ahora bien, cómo sabes, el Té (Camellia sinensis) viene originalmente de la China, y llegó a Europa por primera vez en 1597.  Se llamaba “Chaa”, de la palabra “Tcha” en chino.  Con el tiempo el nombre evolucionó a “Tea” en ingles, y “Té” en español.  Eran los portugueses que introdujeron este “néctar de los dioses” al mundo occidental.


Y así llegamos a la especulación que es la razón de mi escrito:  En 1494 Portugal y España firmaron el Tratado de Tordesillas para resolver las dificultades de la Bula “Inter Caetera” de 1493, de S.S. Alejandro VI.  Se fijó el meridiano de partición del Océano Atlántico a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (en lugar de 100 leguas).  De esta forma, España tendría el dominio del hemisferio occidental y Portugal del oriental.  Se había concretado así un verdadero reparto del mundo entre estas dos coronas, 
              pero ... ¡ Brasil estaba por descubrirse todavía!

Ahora bien, ¡imagínate si se hubiera definido la división en otra forma!  Con el tiempo todo el continente habría quedado como un solo territorio sumiso a la corona Portuguesa y, más importante … ¡bebiendo Té!!!

¿Puedes imaginar cómo el pueblo hispanoamericano se habría desarrollado?:
flemático,
                pausado,
                              reservado,
                                              y con estribas de sangre fría, 

mirando hacia un futuro como potencia mundial, 
                    basado solamente en su afán de beber  ...   
                                                          ¡“a nice cup of tea”!




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