Hay que recordar que hay una diferencia entre la meditación y la contemplación.
La meditación es intelectual – el ejercicio activo del intelecto.
La contemplación (1) es espiritual – el descanso pasivo en la presencia (2).
Al profundizar sobre los símbolos en el cuadro de la Altagracia, no basta con entenderles. Cada símbolo nos invita a entrar de nuevo en el cuadro y contemplar la presencia de Dios.
El propósito de un ícono es llevarnos a la contemplación. Y es cierto que el cuadro de la Altagracia nos lleva a adorar a Enmanuel, Dios en medio de nosotros, encarnado en la persona de un bebé indefenso, acostado en un pesebre.
Pero...
hay un problema con la contemplación:
...la distracción.
Son raras las veces que no nos distraemos en medio de la oración.
En efecto, es casi imposible que pasen cinco minutos sin que perdamos la atención por una o otra razón. Puede ser “la loca de la casa” -como dice Santa Teresa-, o la bocina de un carro en la calle, o el zumbido de un mosquito molestándonos. Sea lo que sea, de repente dejamos de disfrutar de su presencia.
Para resolver el problema, el pintor ha incluido unos 50 símbolos, para ayudarnos a volver de la distracción a la delicia, la tranquilidad y la eternidad de “estar” con Él que amamos.
Los tres símbolos más interesantes son:
1º Símbolo: El Rayo de Luz - La Virginidad Perpetua
¡El cuadro nos invita a ser testigos oculares del momento del nacimiento! En el silencio de la noche, un rayo de luz... y la promesa de los siglos ha llegado en medio de nosotros. Nos invita entrar de nuevo en el cuadro y contemplar la presencia de Dios. ¡Dios está aquí!
Ahora bien, el rayo de luz tan “blanco como la nieve” … simboliza el parto virginal de María y la divinidad del recién nacido (ver Mateo 1, 18-23).
Recoge el modo tradicional de explicar cómo se realizó el nacimiento de Jesús:
“De la misma manera que un rayo de sol atraviesa un cristal sin romperlo ni dañarlo, así fue el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre”.
El rayo de luz “más blanco que la nieve” traspasa -sin dañar de manera alguna a la Altagracia recogida y arrodillada-, mientras que ella contempla tiernamente a Emmanuel: “Dios con nosotros”.
Se cumple, pues, la profecía: “La Virgen ha concebido y ha dado a luz a su niño”. (Ver Isaías 7, 10-14). ...
A la vez, recoge la explicación de Santa Brígida de Suecia de cómo fue el nacimiento de Jesús. (3)
“De la misma manera que un rayo de sol atraviesa un cristal sin romperlo ni dañarlo, así fue el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre”. |
En la iconografía, el color “blanco como la nieve” significa la luz brillante que es el color de los seres gloriosos, celestes o transfigurados. En el contexto de nuestro cuadro, el rayo de luz nos muestra a Dios mismo plasmándose en el “aquí y ahora” del niño Jesús.
La “Virginidad Perpetua” es el segundo dogma mariano. El Concilio de Letrán (el año 649) declaró que María - que era Virgen “antes” (Lucas 1, 34) - era también Virgen “durante” y “después” del parto. Claro que es imposible, excepto para Dios. Pero para Dios “nada es imposible” (Lucas 1, 37).
Así que este dogma nos dice que Jesus es Dios y este cuadro nos dice que ¡Dios esta aquí!
2º Símbolo: Las Estrellas
Hay tres juegos de estrellas:
— (i) Las 12 Estrellas y el Resplandor - La Asunción al Cielo.
— (ii) La Estrella de Belén - La Epifanía.
— (iii) Las Estrellas sobre el manto - la Santísima Trinidad.
2 (i) Las 12 Estrellas y el Resplandor - La Asunción al Cielo
Alrededor de la cabeza de la Virgen aparecen 12 estrellas, y un resplandor.
Las doce estrellas sobre la cabeza coronada y los rayos ardientes del sol son una ilustración del texto: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12, 1).
Es claro que el pintor está haciendo alusión al texto de Apocalipsis y al dogma de la Asunción (4) -la Virgen María asunta al cielo en cuerpo y alma-, al momento de pintar el resplandor alrededor de la cabeza de la Virgen.
El número doce significa las 12 tribus de Israel y los 12 apóstoles. La Virgen María es un puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, como es también un puente entre el mundo y su Hijo, y un puente entre los creyentes y los no creyentes. Como puente, siempre es fuente de unión, jamás de división.
“Dios es venerado mediante el silencio. No porque no tengamos nada que saber o decir sobre Él, sino porque sabemos que somos impotentes para comprenderlo”. (San Agustín).
Las estrellas nos invitan entrar de nuevo en el cuadro y contemplar la presencia de Dios. ¡Dios está aquí!
2 (ii) La Estrella de Belén - La Epifanía
En el cuadro, a nuestra derecha, arriba del todo, se divisa una estrella con ocho puntos -dos de los cuales son más alargados-, saliendo de una oscuridad y cruzando la penumbra hacia la luz.
Es la Estrella de Belén que guió a los Magos hacia el Niño Jesús, como dicen las escrituras: “La estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño” (Mateo 2, 9).
Con la Estrella de Belén brillando desde el cielo, Dios Padre anuncia al mundo entero el acontecimiento más importante de la historia: el Verbo de Dios se ha hecho hombre, para llegar a todos y a cada uno de nosotros, y ofrecernos salvación.
Es el encuentro de Dios Hijo con toda la humanidad, la “Epifanía”, la manifestación donde Dios tomó una presencia humana en la tierra, y se “dio a conocer”. Cristo el Salvador ha entrado en el mundo. A la vez es una invitación a los Magos y con ellos, a toda la humanidad, a ir al encuentro con Jesús (la palabra “Jesús” significa “Dios salva”).
1 - El símbolo de la estrella es muy rico. Además de ser la Estrella de Belén que guía a los Magos, también tiene al menos tres otros sentidos iconográficos:
2 - La estrella está saliendo de la oscuridad, iluminando el camino para nosotros para pasar a la claridad, a la gran esperanza de la vida eterna.
“Tú, que habitas en tinieblas, alégrate en tu esperanza: ha aparecido la estrella de la mañana, y el sol no ha de tardar”. (5)
3 - La estrella tiene ocho puntos. En la iconografía el número “ocho” significa “el cielo” o “Dios en el cielo”. Recordamos que Dios creó el mundo en seis días, el séptimo día descansó, y el octavo volvió al cielo, a la eternidad. Así que, la estrella en sí misma simboliza “Dios en el cielo”.
“Dios está en su cielo. Todo está bien con el mundo” (Robert Browning).
4 - Dios en su cielo está extendiendo dos dedos en bendición sobre el niño, tanto en el momento de su bautismo en el río Jordán, como en su transfiguración en el Monte Tabor:
“Este es mi Hijo, el Amado; este es mi Elegido.” (6)
“¡Este es mi Hijo, el Amado; este es mi Elegido, escúchenlo!” (7)
“He encontrado el cielo en la tierra, porque el Cielo es Dios, y Dios mora en mi alma. El día que comprendí esto, todo quedó iluminado en mí y yo querría decir este secreto a los que amo”. (Santa Isabel de la Trinidad).
La estrella de Belén nos invitan entrar de nuevo en el cuadro y contemplar la presencia de Dios. ¡Dios está aquí!
2 (iii) Las estrellas sobre el manto - la Santísima Trinidad
A pesar de estar bien recogida dentro de la cueva desde hace tiempo, la Virgen lleva puesto un manto pesado, de color azul oscuro, salpicado con estrellas.
En la iconografía, a veces las cruces eran adornadas con pequeños rayos de luz que las convierten prácticamente en estrellas, simbolizando así, al mismo tiempo, la gloria que conquista el dolor y la muerte.
Las cruces -adornadas como estrellas sobre el manto de María-, son símbolo de que ella lleva la cruz de Jesucristo a cuestas y comparte con Él “sus cruces”, sus sufrimientos.
Se han explicado las estrellitas en el contexto de la profecía de Simeón “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lucas 2, 35).
Desde el momento de la Concepción, María no tuvo duda alguna de que su hijo era el Mesías, el Salvador prometido, el Hijo de Dios. Sin embargo, a lo largo de su vida tuvo que soportar los malos entendidos, las malas interpretaciones, las manipulaciones, las maldades, y hasta el odio desnudo de los que tuvieron interés en que Jesús no fuera oído ni escuchado. Todas estas cosas la Virgen las guardaba en su corazón, un cúmulo de heridas que se convirtieron -por la misericordia de Dios-, en un cielo de noche agujereado por una miríada de estrellitas.
Cada punto en el manto es una cruz -es decir, un gran sufrimiento- que, en la presencia de la misericordia de Dios, se había convertido en una estrella que le glorifica a Él que vive y reina por los siglos de los siglos, amén.
A la vez, se puede entender a las estrellas sobre el manto como los adornos iconográficos de dos de las tres personas de la Santísima Trinidad, en el contexto de las palabras del Ángel Gabriel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lucas 1, 35).
Efectivamente, sobre el manto de la Virgen hay dos juegos de ocho estrellas, iguales entre sí, y opuestos como si fuese un “reflejo invertido”, cada uno colocado sobre un hombro de María. (Recordamos que -en la iconografía-, el número ocho simboliza “Dios”.)
Así que, tenemos -en un solo manto- dos manifestaciones de Dios -el Padre y el Espíritu Santo-, asentándose una frente a la otra, abrigando y abrazando los hombros de María, para engendrar -en una expresión de amor trascendental-, a una tercera manifestación: Dios Hijo.
Es el misterio de la estabilidad dinámica de la Santísima Trinidad, simplificándose hasta la mínima expresión para crearse en la imagen del hombre. Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, reduciéndose a una criatura recién nacida.
Y el universo entero contempla el misterio, con la respiración cortada. “La esperanza de todas las edades” se ha concentrado en un momento del tiempo y en un punto específico, por medio de una virgen que se llama María. Y ella dijo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
En este momento se cambió el porvenir del mundo entero.
Las estrellas nos invitan entrar de nuevo en el cuadro y contemplar la presencia de Dios. ¡Dios está aquí.
3º Símbolo: El Nino Jesús en el Pesebre - La Santa Eucaristía
El Niño Jesús está en primer plano del cuadro. Los bebés son irresistibles. Tanto las mujeres como los hombres somos incapaces de quedarnos quietos cuando oímos su llanto. Todo el mundo quiere cargarlos. Todo el mundo quiere hablarles. Todo el mundo quiere jugar con ellos, y nadie puede resistir acunarlos mientras duermen.
Ahora se entiende por qué Dios eligió introducir a su único hijo al mundo en forma de un niño.
¿Quién puede resistir la atracción de un infante indefenso? ¿Quién no puede amar al Amado ... Dios hecho amor?
He aquí el elemento más profundo y teológico del cuadro:
El pesebre cuadrado representa una mesa de altar y -a la vez-, el túmulo donde estuvo colocado Cristo muerto. El cuerpo colocado sobre el pesebre es, a la vez, el cuerpo de Jesús nacido en Belén, el cuerpo bajado de la cruz y el cuerpo eucarístico. Los pañales pasan así a ser también los manteles del altar y la mortaja del crucificado.
Así que:
En el primer plano del cuadro de la Virgen de Altagracia, tenemos una síntesis del misterio de nuestra fe, presentada con mucha simplicidad. En efecto, hay tres dimensiones, tres momentos en el tiempo, presentados con tanta sencillez que pasan casi desapercibidos:
El niño está durmiendo
— a la vez está muerto (8) y es un sacrificio.
El niño está durmiendo sobre un pañal
— que es también su mortaja y un mantel.
El niño está acostado sobre un pesebre
— que es, además, su sepulcro y un altar.
Pero, el niño despertará
— el muerto resucitará
— y la Eucaristía estará con nosotros ¡hasta el fin de los tiempos!
¡Qué gran misterio de amor se nos propone a nuestra contemplación!
Cristo venció la muerte con la omnipotencia de su amor.
Solo el amor es omnipotente.
Ese amor impulsó a Cristo a morir por nosotros y así a vencer la muerte.
Sí, ¡solo el amor hace entrar en el reino de la vida! (SS Benedicto XVI).
Nos invitan entrar de nuevo en el cuadro y contemplar la presencia de Dios. ¡Dios está aquí!
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Notas
(1) En la cultura occidental la palabra “meditación” ... indicaba un tipo de ejercicio intelectual; mientras que la palabra “contemplación” se reservaba para un uso más religioso o espiritual. (Wikipedia)
(2) “A mi parecer no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” Santa Teresa de Jesús.
(3) Los escritos de Santa Brígida de Suecia (1303 - 1372) tuvieron un impacto profundo y duradero entre los pintores de los siglos XV y XVI. En su narración de “la natividad de Jesús”, ella describió cómo, al momento del alumbramiento, vio como si fuese que una luz traspasaba el cuerpo de María.
(4) No se puede dudar que el pintor del cuadro de la Altagracia sabía de la doctrina de la “Asunción”. Como evidencia concreta citamos la iglesia parroquial de “Nuestra Señora de la Asunción” de Manzanares (Provincia de Ciudad Real, España), que fue construida a finales del siglo XIV o comienzos del XV con el título original de “Nuestra Señora de Altagracia de la Asunción”. Es decir, la devoción a la Asunción estaba vigente a unas 260 kilómetros de Sevilla, un siglo antes de la fecha probable (1510 – 1515) en que se pintó el cuadro de la Virgen de Altagracia.
(5) Antífona de la II semana de Adviento del antiguo breviario Cisterciense.
(6) El bautismo: Mateo 3, 17; Marcos 1, 11; Lucas 3, 22.
(7) La Transfiguración: Mateo 17, 5; Marcos 9, 7; Lucas 9, 35.
(8) Para los escandalizados por lo de “está muerto”, hay que recordar los regalos de los Reyes Magos: oro, incienso y mirra.