jueves, 2 de noviembre de 2023

Sobre la santidad

 para los bautizados


    1. Hijos de Dios


 «El Espíritu mismo 

da testimonio a nuestro espíritu 

de que somos hijos de Dios» 

(Romanos 8:16) 

 

    Hace unos meses estaba hablando con Mons. Ramón de la Rosa, y le pedí sobre el concepto de los “hijos adoptivos” de Dios.  Es que soy huérfano.  Perdí toda mi familia en la guerra.  Efectivamente estaba adoptado desde un orfelinato. 

    Ahora bien, no me entienda mal.  Me ‘tocó la lotería’ con mis padres nuevos.  Me dieron todo lo que tengo: mi preparación, mi educación, un sistema de valores… de mi vida anterior me quedó una sola cosa: mi nombre “John”. 

    En todos los aspectos de mi vida: emocional, intelectual, psicológica y -encima de todos- legal, yo era el hijo de mis nuevos padres.  Sin embargo, llegado a los 15 años de edad, me encontré diciendo que no quisiera seguirle en la profesión de mi padre.  Quisiera salir por mi propia cuenta… 

    “Entonces” -le dije a Mons. De la Rosa-, “igual con mi padre como con Dios, ¿verdad?”. 

    Y Monseñor me enseñó una de las verdades más profundas de mi vida: 

    “Escucha John.  Tu adopción por tu padre era un acuerdo legal, pero tu adopción por Dios es mucho más. 

    Cuando un médico te hace un trasplante de corazón, ya tienes el corazón de otro latiendo dentro de ti.  Pues es igual cuando un sacerdote te bautiza.  Te hace un trasplante de Espíritu.  Desde este momento no estás a solas.  Es que -desde este momento-, Cristo vive en ti. 

"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

    Tu no eres un hermano “adoptivo”. Tú eres un hermano de Jesús por completo…  de carne, de alma y de espíritu.  Has sido ‘inspirado’, porque Dios ya vive en ti.” 

    Así que…  Jesús es mi hermano ¡de pleno derecho!  Mi hermano mayor -claro-, pero mi hermano verdadero para dialogar, jugar, pasear, compartir, descansar… el primero y quizás el único amigo que tendré siempre -sea lo que sea-, por todos los días de mi vida. ¡Mi hermano de sangre!  Yo pertenezco a Él, y Él a mí.  ¡Somos hermanos!  ¡Jesús es mi hermano!  Y Yo soy hermano de Jesús! 

 

«Vivo yo, 

pero ya no soy yo, 

sino Cristo 

quien vive en mí.» 

(Gálatas 2, 20). 

 

 

    2. El poder del Espíritu


    «El viento sopla donde quiere, 

y tú oyes su silbido, 

pero no sabes de dónde viene 

ni adónde va. 

Lo mismo le sucede 

al que ha nacido del Espíritu.» 

(Juan 3, 8) 

 

    Mijaíl Gorbachov nació en Rusia en el año 1931. Aunque su familia campesina era creyente ortodoxo, él se identificó como ateo. 

    Su figura era tan polémica que es difícil separar las realidades de las “manipulaciones” de los distintos intereses. 


Mijaíl Gorbachov

    No puede sobre-exagerar las tensiones de aquél entonces.  Las dos “super-poderes” de la “Guerra Fría” tenían todos sus cohetes intercontinentales apuntados el uno al otro. El presidente de los EEUU abiertamente llamó a la Unión Soviética “el Imperio del Mal”.  En Londres hablamos en serio de cómo y a dónde escapar de la ciudad, si sobrevivimos un ataque nuclear.

    Sin embargo:

    Mijaíl Gorbachov era el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (una unión de 15 repúblicas) desde 1985 hasta 1991 y el último presidente de la Unión Soviética.

    Gorbachov era famoso (o notorio) por sus conceptos de “glasnost” y “perestroika”, (democracia y libertad).

    Las reformas históricas de Mijaíl Gorbachov condujeron al colapso de la Unión Soviética, y ayudaron a poner fin a la Guerra Fría.

    Sean lo que sean las opiniones de la gente, las decisiones tomadas por Gorbachov hicieron que la Unión Soviética se “desmoronó” en unos pocos años.

    Mijaíl Gorbachov ganó la aclamación de la comunidad internacional y recibió el premio “Nobel de la Paz” en octubre de 1990 por su papel en la finalización de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania.

    Curiosamente… hemos escuchado un susurro imposible de verificar (y fuertemente rechazado por muchas “autoridades” ateas) que -a la espalda de sus propios padres- su abuela bautizó a Mijaíl Gorbachov en el nombre del “Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

«Por sus frutos 

los conoceréis» 

(Mateo 7, 16).

 

 

    3. El Saludo de la Santidad

   

 «Examínenlo todo y

 quédense con lo bueno.» 

(1º Tes. 5, 21)

 

    La religión original de la India, antes del Budismo, era el Hinduismo.  Tiene una forma respetuosa de saludar y también de despedirse.  Se llama “Namasté” y proviene del sánscrito antiguo, una lengua sagrada para todas aquellas personas que practican el hinduismo.

    Namasté representa una filosofía de vida y tiene un significado espiritual sumamente profundo.  Busca reconocer y honrar lo que somos y vemos en el otro.

una “mudra”

    Su significado espiritual es 'mi alma honra tu alma', o mejor todavía: «El espíritu que vive en mi saluda al espíritu que vive en ti».

    Efectivamente, es un compartir de la intimidad del tesoro más precioso de mi vida, saludando al tesoro más precioso de tu vida.

    Generalmente el saludo Namasté se acompaña de una “mudra” (un gesto, considerado como sagrado, hecho con las manos).  La mudra se hace con las palmas abiertas y unidas entre sí a la altura del pecho, en posición de oración, acompañado de una inclinación ligera de la cabeza y generalmente con los ojos cerrado

    En hindi y en otros idiomas derivados del sánscrito, “Namasté” es básicamente una forma respetuosa de saludar y también de despedirse.

 

    «La santidad 

que se encuentra dentro de mí, 

saluda la santidad 

que se encuentra dentro de ti.»

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