“Lo que Jesús ha hecho en mi vida”
John Fleury
Alabanza # 69
Marzo - Abril, 1986
"Pues no nos predicamos a nosotros mismos,
sino a Cristo Jesús, Señor"
(II Cor. 4, 5).
Cuando Jesús dijo "Id a todo el mundo y hablad de mí", Él nos pidió específicamente ser testigos, testificando de Él y de lo que Él ha hecho en nuestras vidas.
Tantas veces hemos oído testimonios que sólo nos cuentan de la persona misma, y lo bueno o afortunado que ha sido. Pero esto no es lo que Jesús nos pidió. El dijo "Seréis testigos míos", no de sí mismos.
No tenemos que buscar muy lejos para descubrir por qué Jesús nos habló así; todo el mundo está acostumbrado a ser persuadido por lo racional, lo lógico, lo que tiene sentido. Pero por definición, la fe no se puede despertar excepto con fe. Jesús nos pide despertar la fe del prójimo con la fe que tenemos, y esta fe nuestra está asentada en lo que El ha hecho en nuestras vidas.
Mi amiga Matilde
Recuerdo una semana en nuestra asamblea en Madrid. Una asamblea que suele reunir unas seiscientas personas en un miércoles cualquiera.
Estábamos bastante bien organizados, tanto en materia como en enseñanza. Teníamos un micrófono para que se pudiera oír, y cada semana invitábamos a alguien destacado para darnos una charla.
Siempre reservamos un momento también para que se puedan dar testimonios.
Este miércoles, en particular, el charlista fue un Padre Dominico (del Orden de los Predicadores) quien nos dio una perla de una charla de exactamente veinticinco minutos, con una introducción, una conclusión, y mucha carne para alimentar el alma. Fue una joya de enseñanza y todos nos sentimos privilegiados de estar presentes para oiría.
Después, como de costumbre, pedimos testimonios, y Matilde se puso de pie. Ahora bien, Matilde es una buena amiga mía, y la amo sinceramente, pero ella no es una de estas personas que tienen muy organizadas sus ideas, y menos todavía cuando ella se encontró de pie, con un micrófono en la mano, en frente de seiscientas personas. Para no mentir, hay que admitir que Matilde hizo un lío, una demostración de cómo no comunicar nada. Lo que Matilde quiso decir fue que su cuñada estaba condenada a una muerte segura por un cáncer maligno y no llegaría a ver la navidad. Todos los médicos estaban de acuerdo en que no había esperanza. Unos hermanos fueron a orar por la enferma y, llegada la navidad, la cuñada se encontró en casa, perfectamente, celebrando en el seno de su familia. ( ¡Gloria a Dios!). Pero la pobre Matilde estaba tan nerviosa que empezó su testimonio contando el final, primero. Ella pidió disculpas, y empezó de nuevo. Se asustó. Se puso más nerviosa. Matilde empezó a tartamudear. En fin, por pura misericordia, el que presidía la asamblea le dio las gracias y recuperó el micrófono.
Ahora bien, todo lo que salió del testimonio de Matilde, fue lo siguiente:
1) Que su cuñada había tenido cáncer terminal.
2) Que algunas personas rezaron con ella.
3) Que ella sanó.
4) Que no hay manera de que una persona tan nerviosa y asustada pudiera inventar una cosa semejante.
Un mes después, casi nadie podría olvidar lo que dijo Matilde. ¿Por qué? Porque el mundo está harto de enseñanzas. La gente quiere oír de vida, la vida en abundancia del Espíritu Santo, y fue eso lo que contó Matilde. No importa tanto como damos un testimonio, lo que más importa es la presencia de Jesús en ello.
El Testimonio como Prédica
Uno no puede sobre-valuar la importancia de los testimonios para sembrar y fortalecer la fe. Cuantas veces encontramos a San Pablo haciendo referencia a su propia conversión en una prédica. Solamente en Los Hechos él cuenta su testimonio tres veces.
Conozco un Padre hoy en día quien suele predicar con la ayuda de laicos, y quien dice a menudo "quiero que ustedes prediquen sobre sus propios testimonios. Si no quieren predicar así, pueden predicar en otro equipo que no sea el mío".
El uso de un testimonio dentro de una charla o una prédica tiene la función de ilustrar un punto y dar actualidad a lo que pueda parecer una teoría muy poca práctica.
A la vez, el testimonio demuestra a los oyentes que el que habla, sabe de lo que habla, porque lo ha experimentado en su propia vida.
Dando tu testimonio
Cuando se pide dar testimonio en el curso de una misa, una asamblea, un grupo de oración o un círculo pequeño, vale la pena recordar el "ABC” de los testimonios:
La "A" es por ALTA voz, es decir, das tu testimonio en alta voz, para que todo el mundo pueda oírlo.
La "B" es por BREVE, es decir, corto. Limítate a decir cómo era tu vida antes de conocer a Cristo. Tu encuentro con El y cómo vives ahora.
La "C" es por CENTRADO EN CRISTO, es decir, lo que Él ha hecho, no lo que tú has hecho de tu vida. Si el testimonio está centrado en ti mismo, no es testimonio de Cristo.
Dando testimonio de ti
Hace un par de semanas una señora me contó, con lujo de detalles, como ella fue dada por muerta después de un accidente de tránsito. Ella me detalló todas sus heridas y sus fracturas, y como los médicos la habían enviado al mortuorio; como un pariente la vio mover su cabeza; como -en seguida-, le aplicaron tantos remedios, operaciones y no sé qué más. La señora terminó dando pequeños brincos para demostrar que ya estaba sana y mostrándome las tantas cicatrices en distintas partes de su anatomía.
Pero, sólo después de mis preguntas insistentes, ella añadió que alguien había orado por ella, precisamente uno de los mismos médicos que la había dado por muerta.
Sin mis preguntas, yo hubiera imaginado que esta señora tuvo mucha suerte y nada más. Pero a través de mi insistencia me di cuenta de que una vez más, por pura misericordia, el Señor oyó una plegaria, esta vez hecha por un médico que supo que científicamente no había esperanza, y ni siquiera conocía al paciente. Dios dio a esta señora un chance más de organizar su vida y llegar a vivir en la gracia, el amor y la paz de Jesús. Qué testimonio más bonito de la fe del médico, pero casi se perdió.
El centro de todo testimonio
He tenido el privilegio de escuchar muchos, muchísimos, testimonios. Tantos testimonios que cuentan cómo el Señor Jesús ha actuado para cambiar lo que no se podía cambiar; sanar lo que era incurable, y rescatar al que no se podía arrepentir.
Qué gozoso ser un hijo de Dios y ser espectador de tantas manifestaciones de Su amor, Su perdón, Su misericordia. No puedo imaginar una vida más feliz de la que Él me ha dado ¡Gracias Señor!
Ahora bien, en mi experiencia, no es difícil ver lo que "siempre toca" a los oyentes en un testimonio: Es el momento en que Jesús empieza a actuar, cuando el testigo se da cuenta de que él está “cara-a-cara” con Dios mismo.
“El momento en que Dios apareció en tu vida
es el momento más importante de todo tu testimonio"
Hay pocos que no lloran cuando recuerdan cómo se siente la presencia de Dios por la primera vez en su vida; cuando se dieron cuenta de que ya no estaban solos; cuando vieron que lo imposible estaba cambiando por lo posible.
Yo mismo me emociono cada vez que recuerdo el día cuando, por primera vez en mi vida, sentí el amor de Dios. Nunca me había sentido tan indigno, y a la vez, tan privilegiado. Tan insignificante, y a la vez tan amado por la Persona más importante del universo. Nunca olvidaré la sensación de ser tan pequeño y tan envuelto en amor, como cuando Jesús me perdonó por todo lo que había hecho en mi vida hasta aquel día, y me llenó de nuevo con su Espíritu. ¡Gracias Señor!
Este es mi testimonio. Todo el resto de mi vida es parecido a cualquier novela en cualquier canal de T.V. Sólo a los que les gustan los chismes se interesarían en los detalles. Lo que es importante es que Jesús me perdonó y me llenó del Espíritu Santo, y esta es la cosa más importante de mi vida.
El sándwich
Un testimonio es un sándwich
Un sándwich malo tiene mucho pan y poco sabor
Un sándwich bueno tiene mucho sabor y poco pan
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