jueves, 2 de enero de 1992

Contemplación

 Las gracias no son nada

en comparación con el amor

 

Aceptemos que cada día 
hay que nacer de nuevo, 
que cada día hay que arriesgarnos, 
poniendo nuestra confianza 
en lo que no podemos 
ni oír ni tocar.

La contemplación -la unión con Dios-, tiene poco que ver con las gracias recibidas al inicio de la vida de meditación.

La meditación es la puerta hacia la contemplación. Nada más.

No perdamos demasiado tiempo admirando los detalles del marco de la puerta .

Mejor es lanzarnos adentro. Hay todo un continente de oración esperando ser explorado, allá, mucho más allá de la meditación.

Dejemos atrás las cosas sensibles: las visiones, los mensajes, los descansos en el Espíritu, las sensaciones de calor, de paz, de ser envuelto en amor. Dios no es un dispensador de recuerdos gratos.

Estas gracias son como el helado que se regala al niño que acaba de montar bicicleta por primera vez. Pero aprendamos a montar bicicleta para viajar no para ganar helados.

Estas gracias son como el verano de nunca acabar de la luna de miel. Pero nos casamos para formar un hogar no para disfrutar de una luna de miel

Dejemos atrás las gracias. Son importantes, sí pero no tanto que haya que quedarse en ellas. Dejemos de buscar explicaciones y contestaciones.

Aceptemos que cada día hay que nacer de nuevo, que cada día hay que arriesgarnos, poniendo nuestra confianza en lo que no podemos ni oír ni tocar

Renunciemos a todo para descansar en los brazos de Dios, para unirnos a Él, para ser absorbidos por El, que nos ama.

Esta es la "perla de gran valor": el privilegio de revestirnos con la presencia de Jesús, y así ser participantes activos en aquella estabilidad dinámica que es la Santísima Trinidad envueltos en amor y paz, para siempre jamás.


Alabanza No. 99.  Ago ⁄ Sep ⁄ Oct  1991