martes, 5 de noviembre de 2013

Meditación sobre un robo


El 7 de febrero unos ladrones rompieron y entraron a mi apartamento.  Llevaron las dos computadoras, la del escritorio y el laptop también.  Las dos maquinas contenían años de trabajo. que no tuvimos guardado en una memoria externa, o “back-up”.  Era un desastre de primer magnitud, dado que paso muchas horas de mi “vida productiva” frente al computadora.
Aunque todavía estamos trabajando en la recuperación de los muchísimos documentos perdidos, a nueve meses del robo las aguas están volviendo a su causa, y puedo mirar por atrás con una cierta equilibrio:
Lo que me llama la atención era mi propia reacción, siguiendo en algo las cinco etapas del duelo de Elizabeth Kübler Ross (Negación, Ira, Negociación, Depresión, Aceptación). 

Elizabeth Kübler Ross
Negación
Estaba al otro fin del país, cruzando la frontera en Dajabón, cuando me llamaron por teléfono con la noticia del robo.  En principio, simplemente no lo pude creer.  Pasé mucho tiempo llamando a diferentes personas, con la esperanza de que alguien me diría que no era la verdad

Ira
Ya llegado a casa, bien entrado la noche, me acosté exhausto.  Sin embargo me desperté en medio de la noche con mi mente llenado con pensamientos de venganza.  En años no he tenido tantas emociones tan agresivas.  Es claro que todavía el “hombre viejo” esta muy vivo dentro de mi.

Negociación
El día siguiente, al hablar con la Policía, ofrecí todo tipo de sugerencia de cómo recuperar la memoria, sin delatar a los ladrones.  Ellos me escucharon, pero -pensando bien- ya sé porque estaban mirándose uno a otro.

Depresión
Pero rápidamente caí en una depresión parecida al luto por la pérdida de un pariente cercano:
No pude dormir.  No quisiera trabajar en nada.  No quisiera hablar con nadie.  Hasta empecé a evitar a la gente para no someterles a mis reacciones duras.
Por un par de semanas estaba más que un “chin” atontado.  Ni la televisión me distrajo.  Una vecina me prestó su laptop, pero no hice más que jugar con ella indiferentemente.  Estaba “de rebelde” conmigo mismo y con todo a mi alrededor

(A propósito, la consolación no tiene nada que hacer con contar de situaciones parecidas, como por ejemplo “¡No me diga!  Mi tía tuvo la misma enfermedad.  Pobre tía, tuvo una muerte muy dolorosa”. 
Tampoco tiene que hacer con ¿No tenía la memoria guardada en ‘backup’?  ¡Pues allí el problema!  O, peor todavía ¿No tienes seguridad 24/ 7 en tu edificio?  ¡Pues allí el problema! 
Más bien la consolación tiene que hacer con un abrazo largo, un silencio compartido y la disposición de escuchar por mucho tiempo).

Aceptación
Poco a poco he salido del golpe que recibí, al perder una cantidad enorme de archivos, tanto de trabajo guardado, como en construcción.
Una ayuda importantísima ha sido la contribución económica de muchos amigos que hizo posible comprar nuevas computadoras, con toda la distracción de alimentar y configurarlas con programas complicadas, y empezar el trabajo de la recuperación del trabajo perdido.
Todavía no he aceptado por completo las implicaciones del robo a mi estilo de vida.  Pero ya hay luz al final del túnel.  Claro que jamás voy a olvidar lo que pasó, pero estoy aprendiendo -a pasos duros- como continuar mi vida de “después”.

Oración
Te doy gracias Señor por permitirme pasar por esta prueba.  Te pido perdón por los lapsos que tan fácilmente emergieron, subrayando lo poco que he viajado en el camino de la conversión.  Te agradezco por darme tantos hermanos que me acompañaron, aguantaron y consolaron, con mención especial de la mujer que me diste, quien desde el primer momento me recibió con el abrazo que yo necesitaba tanto.
Señor, que mi experiencia sea una lección de la cual otros puedan aprender, tanto en las artes de cuidar a los talentos que nos has dado, como en los sentimientos de consolación.
Gracias Señor por tu amor, tu perdón y tu paz.